miércoles, 21 de mayo de 2014

Papito querido...

   Papito querido, te fuiste tan de repente, yo no estaba preparada para tu adiós, creo que nunca hubiera podido estarlo, lo único que me consuela es que pude pasar a tu lado los últimos años, aunque no los últimos meses, cómo extraño esas charlas que teníamos, o ése silbido tuyo tan peculiar que a cada ratito me dabas por las tardes, como diciendo "aquí estoy, tu estás ahi?".
    Papito querido, te fuiste y quedé como perdida, con tanto miedo a dar un sólo paso sin tu guía, sin saber que es o será de mi vida, y cometiendo error tras error.
    Papito la vida sigue, la vida duele, pero sigue, y yo creo que toda mi vida la viviré con la herida de tu ausencia abierta, y aquí estoy ahora, tratando de empezar a cumplir la promesa que te hice un día de escribir tus memorias; todas ésas anécdotas que me contabas en nuestras largas tardes juntos, a veces mientras sobaba tus pies, a veces mientras veíamos fotos o algún libro, o cuando simplmente cuando cualquier palabra liberaba el rebaño de los recuerdos. Muchos recuerdos alegres, y muchos otros tristes, sobretodo los de tu niñéz, esa niñéz de carencias y abandono que te tocó vivir y que yo quise subsanar aunque sea en tus años maduros sin saber que serían los últimos. Cuántas veces te dije que me hubiera gustado ser tu madre en vez de tu hija, para haber podido darte todo ese amor y cuidados que se te negaron desde que naciste, y mira que por seguirte, luego sin ti naufragué aquí tan lejos y no he podido encontrar ningún camino, ni siquiera el que me lleve de regreso a lo que por ti dejé en suspenso, y mis hijos también pasaron a ser descuidados y bandonados como tu lo fuiste. Pero después de mi naufragio, por más que nado no encuentro tierra, ojalá me ayudes a encontrar mi faro papá...

No hay comentarios:

Publicar un comentario