domingo, 11 de septiembre de 2016

Papito, y después de tanto tiempo...

Papito, y después de tanto tiempo aquí va otra historia. Debo continuar con éste libro antes de que la vida me alcance y se me acabe el tiempo.
   Hace unos días tenía miedo; sentí un extraño "miedo de niña" y vino a mi mente el miedo que debes haber sentido aquella vez. Los abuelitos estaban a cargo de ti y de otros nietos  entre ellos la tía "China" y ellos tenían en casa un negocito donde se vendía pulque. Pulque sí, esa deliciosa y sagrada bebida de los dioses. Creo que ellos tenían el negocio completo: desde la propiedad de los magueyes, pasando por rasparles el corazón para extraer el aguamiel, el completo proceso de fermentación, hasta llegar a la venta del pulque.
   Y en aquéllos tiempos no había reglamentación acerca de un expendio de pulque y la estancia de niños en el lugar, o no al menos en aquel nuestro pueblito. Clientes había muchos pues era un buen negocio pero había un cliente en especial al que le tenías miedo;  un miedo inevitable... un miedo visceral, y tu sabías por qué: él siempre  te decía era que eras un niño muy bonito, tan bonito que te iba a robar.  Yo sé que tu miedo era auténtico, porque los niños todo se lo creen, en la inocencia de una mente infantil no cabe la mentira.
Y esa tarde jugabas por ahi con la Chinita, tu inseparable primita casi hermana, o hermana de crianza más bien, cuando llegó el susodicho cliente. Ustedes dos pequeños lo miraron y dijeron "ahí viene", se tomaron las manitas y mirandose a los ojos gritaron al unísono, se soltaron sus manos y echaron a correr con diferentes rumbos. Ella corrió hacia no supiste dónde y tú sólo atinaste a esconderte detrás de una puerta de dos hojas que al estar abierta, una de las hojas formaba un triángulo con la pared del tamaño exacto para esconderte allí.
   Los minutos comenzaron a transcurrir, y tú continuabas ahí, paralizado por el miedo.  Lentamente pero tantos minutos fueron que la Chinita olvidó el miedo a el cliente, que para entonces ya no era un cliente, ya su gusto por el pulque lo había descendido a la categoría de "borrachito".  Y bueno, tú continuabas paralizado por el miedo y viendo por la rendija que se formaba entre la puerta y la pared desde tu escondite cómo la Chinita habia olvidado por completo la amenaza que representaba el hombre aquél y jugaba y brincaba alegremente por todo el local. 
   Sólo Dios sabe cuánto tiempo había pasado ya, pero el borrachito ya articulaba las palabras con dificultad y su equilibrio también había desaparecido ya, pues aunque los pies como clavados en el piso, el cuerpo se balanceaba con un balanceo que te recordaba el péndulo de un reloj. Pero tú también estabas como clavado en el piso, y como cosida tu boca, pues aunque veías a la Chinita, no podías decir nada, ni un "pss pss"  ni nada y tú que querías pedirle ayuda, querías que ella fuera en tu auxilio, que te salvara... pero ella solo jugaba y brincaba cantando alegremente y tú te preguntabas por qué ella no le tenía miedo al hombre aquel.
  Bendito Dios se hizo de noche y llegó la hora de cerrar, y los abuelos tuvieron que sacar al borrachito con amables empujones y la promesa darle fiado la próxima vez.
   Pobrecito mi niño, tan cansado de estar tan quietecito por tanto tiempo, pero al fin el miedo se fué también, era hora de tomar cafecito con pan y descansar.  Mañana sería otro día para olvidar como olvida un niño de cinco años... y vivir una aventura más como la vive un niño de esa edad.

domingo, 24 de mayo de 2015

Escribamos la primer história



  No sé con que história comenzar, trato de hurgar en mi mente para encontrar una que sea alegre, o chusca; y creo que ésta es buena: la vez aquella que fuiste al Salón "Los Angeles" con tus amigos, a bailar. Era una noche especial, y estabas ya arreglado, vestías tus mejores galas, si, el trajecito aquel de dominguear, peinado a la moda de aquéllos días, con tu gran copete rocanrolero sostenido por media onza de vaselina. Tus zapatos ya viejitos pero tan bien boleados que parecían de charol; ¡como rechinaron con los trapazos finales!.  Y ya estando juntos todos los amigos y en la entrada del salón se dieron cuenta de que en la coperacha no habían logrado reunir el dinero suficiente para todas las entradas; y ya todos los bolsillos estaban vacíos. Entonces alguien propuso que uno de todos ustedes debía  entrar de "contrabando", -sí, pero ¿quién ?-  se preguntaban todos, entonces alguien dijo: - "pues Lalo"-  ¿y por qué yo? preguntaste entonces, y ellos dijeron que porque eras el más menudo.
   Una vez estando todos de acuerdo empezaron a fraguar el plan, y tenía que ser rápido porque la música comenzaba ya a sonar, y las muchachas todas tan bonitas y a la moda estaban entrando de prisa.
    Entonces fué que trataron de entrar en bola y tú haciendote chiquito para pasar inadvertido mientras todos trataban de entregar su boleto al mísmo tiempo para que no se notara que hacía falta una mano con un boleto, tuyos obviamente; pero no funcionó, pues uno de los corpulentos hombres de la puerta además de contar manos con boleto, también contaba cabezas y los echaron a todos para afuera.
   Bueno...la lucha se hizo. Estabas a punto de darte por vencido cuando alguien propuso meterte por una ventana. Al principio la idea sonaba descabellada, pero entre más lo pensaban, más sensata y facilita iba pareciendo.   Se dedicaron entonces a buscatr la ventana adecuada, y la encontraron; era una ventana alta y que daba en plena área de baile, y entonces  decidieron que la mitad de los muchachos permanecería afuera para ayudarte a trepar, y la otra mitad, entraría al salón para recibirte y disimular.   y asi lo hicieron, pero con lo que no contaban era con que los muchachos que entraron, comenzaron a encontrar amigas que estaban sedientas de baile y de inmediato los tomaron de pareja y no los dejaban ir, y mientras tanto, los muchachos de afuera ya te estaban ayudando a trepar por la ventana alta.   Lo que ayudaba bastante era la semioscuridad del recinto, pero tú perfectamente alcanzaste a ver a uno de los corpulentos empleados del salón que "escaneaba" con la mirada todo el lugar, y entonces hiciste la señal, y los amigos de afuera te impulsaron hacia adentro sin saber que no había nadie para cacharte.
Que suérte de tu siempre buena condición física, pero aunque caiste en cuclillas, en el furor del baile una pareja te aventó por allá lejos, y fuiste a dar a gatas entre la gente que bailando pisó los dedos de tu mano derecha, y que tú de inmediato te llevaste a la boca para darte un besito de sana sana, cuando de repente se te olvidó el dolor al ver entre todos esos zapatos de hombre de dos colores y zapatos de dama de tacón de aguja un hermoso relojito de oro que aún guardo en alguna de mis cajitas de tesoros por cierto y que de inmediato recogiste diciendo "presta".
   El resto de la noche no recuerdo si me contaste si bailaste mucho, pero si recuerdo que me dijiste que a cada rato mirabas en tu nuevo reloj para ver si ya estaba cerca la hora de volver a casa...

Conología



    No se si los recuerdos llegaban a tu mente de la nada, o tal vez los llamaba una imagen, un olor, una palabra; o quizá nunca se fueron, a veces pienso que siempre estaban dando vueltas en tu cabeza, hasta llegar a tu boca, y entonces salían de ella motivados por mi presencia. Entre nosotros nunca había silencio, tal vez un poco de silencio de palabras, pero siempre estabamos diciendonos algo, aunque sea con miradas, o con el pensamiento, pues frecuentemente nos preguntabamos: "Ya te había dicho verdad?, no?, entonces lo pensé! ". Siempre me contabas tus recuerdos, tus anécdotas, a veces chuscas y muchas otras dolorosas... y nunca hubo una cronología, simplemente así, como de repente llegaban. Por eso sería difícil para mi tratar de buscar un orden cronológico, o tan siquiera el orden en que me las ibas contando, por eso creo que es mejor escribirlas así, con el sólo orden que a mi mente vayan llegando.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Memorias

Ya casi se cumplen tres años de tu viaje y tu presencia está en mí más viva que siempre... la otra noche viniste a llevarme, pero tuve que dejarte ir sin mi; aún no estoy lista, no estoy preparada todavía y tú me lo hiciste notar... tengo varios pendientes todavía y aunque sea mi deseo aun no me puedo ir contigo. No quiero marcharme dejando tantas cosas sin hacer y entre ellas está éste libro que te prometí.   Y podré haber perdido los archivos con mis borradores,  pero las memorias y recuerdos de todo lo que me contabas están y vivirán siempre en mi cabeza y mi corazón... y a comenzar...

miércoles, 21 de mayo de 2014

Papito querido...

   Papito querido, te fuiste tan de repente, yo no estaba preparada para tu adiós, creo que nunca hubiera podido estarlo, lo único que me consuela es que pude pasar a tu lado los últimos años, aunque no los últimos meses, cómo extraño esas charlas que teníamos, o ése silbido tuyo tan peculiar que a cada ratito me dabas por las tardes, como diciendo "aquí estoy, tu estás ahi?".
    Papito querido, te fuiste y quedé como perdida, con tanto miedo a dar un sólo paso sin tu guía, sin saber que es o será de mi vida, y cometiendo error tras error.
    Papito la vida sigue, la vida duele, pero sigue, y yo creo que toda mi vida la viviré con la herida de tu ausencia abierta, y aquí estoy ahora, tratando de empezar a cumplir la promesa que te hice un día de escribir tus memorias; todas ésas anécdotas que me contabas en nuestras largas tardes juntos, a veces mientras sobaba tus pies, a veces mientras veíamos fotos o algún libro, o cuando simplmente cuando cualquier palabra liberaba el rebaño de los recuerdos. Muchos recuerdos alegres, y muchos otros tristes, sobretodo los de tu niñéz, esa niñéz de carencias y abandono que te tocó vivir y que yo quise subsanar aunque sea en tus años maduros sin saber que serían los últimos. Cuántas veces te dije que me hubiera gustado ser tu madre en vez de tu hija, para haber podido darte todo ese amor y cuidados que se te negaron desde que naciste, y mira que por seguirte, luego sin ti naufragué aquí tan lejos y no he podido encontrar ningún camino, ni siquiera el que me lleve de regreso a lo que por ti dejé en suspenso, y mis hijos también pasaron a ser descuidados y bandonados como tu lo fuiste. Pero después de mi naufragio, por más que nado no encuentro tierra, ojalá me ayudes a encontrar mi faro papá...